Alas de libélula
En la tierra
infinitos mundos
y uno solo
en el jardín de mi infancia
una infranqueable almena
en mi firmamento
una bellísima sirena
la voz buena
me desvanezco en el arcoíris
de tus ojos
como frías alas de
libélula.
Mas como en los estanques
el agua se eleva
se recoge la sabia
de los almendros mojados
como una gata en un tejado de Zinc
te esperaré siempre
siempre inexplorado.
Ahora que el azahar
se derrama por espinas verdeadas
manantial de caricias
llore el invierno por más siglos
como jirones dorados
mi aliento contra tu aliento
y la saeta penetrada
los cantares del Albaicín
en la garganta muy honda
muy gitana.
Brilla en tu pecho
como diamante en el estío
como pétalos de rosas nacaradas
como alas de libélula plateada
rebrotan de mi invierno frío
al calor de la verde rama
amor que inunda y
desvarío.
Francis.
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La rosa de los vientos
La rosa de los vientos
el alba tiene como mensajera
fugaz como la estrella
surcando noches frías
de invierno
el dulce despertar
la anhelada compañía
como luz de un faro
iluminas en la noche de los tiempos
el claro amanecer del verbo
habitas en mi
única pasajera.
Como dunas que viajan
por desiertos ingobernables
cayó el rayo
destemplando el carmesí
de los pétalos de rosa
y no produjo ningún daño
me hago fuerte con tu abrazo
con el arco de tus cejas
y tu sonrisa
como acero que compone
eslabones de cadenas.
Como la sombra
de un iceberg
a la deriva
en océanos congelados
corren las noches ingrávidas
y nostálgicas
me desdibujan
los cálidos tonos
de tu voz lejana.
Francis.
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Las edades del hombre
Si las edades del hombre
son como ascuas
que se elevan
en la noche de los tiempos
soy yo cautivo
de las fuerzas naturales
de tu esencia.
Crepúsculo de mi aurora
el mismo aire
que nos envuelve
la misma luz
prodigiosamente embriagadora.
Mas si ahora
ya no te preguntas
los designios
que mueven las
direcciones de los vientos
el reposo en mi morada
el color de las azucenas
en los prados
una presencia nueva
escucha el secreto
de mi nuevo día
contempla, vive y ama.
Me moldeo en los pliegues
de tu piel
en las secretas heridas
de tu cuerpo.
Francis.
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Capítulo
Efemérides de la soledad
En los límites del huracán.
Quiero llenar tu silencio
como la brisa opaca que envuelve
la línea horizontal de los palmerales
en el oasis de tu vida
en la quietud de tus soledades.
Se quiebra la delgada línea
en la desnudez de tu cintura
y se desvanece la inquietud
de los pensamientos
en el cristalino puro de tu ojos.
Como el remanso de las olas
se esparcen en la orilla los
arroyuelos leves y armoniosos
en la ligereza de tu sonrisa
suspiros en el límite del huracán
que mueve impetuoso
mis recuerdos hacia ti.
Que dulce despertar
cuando el mundo se mueve
sin fijar su vista en
nuestro anhelo.
El mundo se mueve sin rutina
y existe en la distancia
dulces nubes
con tu nombre
en su espesura.
Caigo detenido
el aire reposa suave
en nuestros días.
Francis.
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Observatorio de la melancolía
Nos separa la luz diurna
entre nuestros brazos
y germina el tallo
de la vida.
No existe el desconsuelo
cuando el acto es de valentía
cuando la esencia de la poma
embriaga con racimos
tu dulzura.
Anónimos son la desventura
el ácido sabor del limón
la dulce fruta
en tus labios
enigmáticos
son los tonos de
tu voz en la bruma.
Por extensiones vagas y desérticas
se entregan
los amantes a sus delirios
como una pompa de jabón
se eleva el arcoíris
ya de día te elevas tú
amanecida.
Regresará y me consumirá
la llama y su desdicha
que extraña se hace
la melancolía
que me arrastre su ser hacía
tu centro
y me consuma la pasión
infinitamente vivida.
Francis.
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