Prometeo
como una brizna de hierba
de aire delicioso
un rayo de nítido azulado
verde marino
el aire con que se abate
Francis
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Poesia - Espacios íntimos
Francis
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Olas blancas de salitre
Hay enormes piedras
en mi oscuridad tempestuosa
no hay resurrección
en el largo cuchillo de la noche
vértigo
espuma de mar negra
recuerdos en explosiones impasibles
que a pie de sus muros envisten
y en su negrura tiritan
escurridizos de amor sin excusa.
En mis ojos se pierde inmenso
la bocana de tu puerto
una copa de oro encendido
y el humo dorado en tus cabellos
como un caracol de ondulado vidrio
donde vive una flor de bronce tímido
llena de corales
tu vida existe en mi
y tiembla suavemente.
Reina de un mundo rojo vino
en paisaje hiere
roba de tus manos
el viento fuerte de levante Alborán.
Se negaron las hojas a caer
naufragas de tus inviernos perdidos
enajenadas estrellas pulsan sonoras dichas
fieras de hielo y fuego las persiguen
y en nuestro tálamo nos devoran
teniendo por techo un santuario celeste
y una pirámide en su centro.
espigas infinitas de esmeraldas.
Como ébanos en la noche
tus pétalos reposan
ardiente la llamada de mi pulso
cítaras insomnes las palabras nunca dichas
en la frescura del aire nocturno
acércate tú
y amortigua esta sedienta lumbre.
Nace un ciprés ente antiguos cipreses
y llora la muerte todas las muertes
solas las almas
sobre sábanas de sándalo
solitarias como gotas cristalinas
un escarpado abismo
frías las arenas
riberas mojadas de una playa.
Van los pescadores
ciegos con los faros de aceite
en la amura de babor
viejo se agita el mar envejecido
me envuelves
bruma irrenunciable
como piedras ávidas de lluvia
siempre tu rostro
hecho de niebla
crisálida de ensueño.
me ha amanecido.
Sereno te buscaba
mientras el sol ya tramontado
a tu vera
y en torno de tu vuelo se te funde
luciérnaga
en el valle del rocío
poblar tus íntimas moradas
peregrino vuela a ti mi corazón
firme la huella.
Francis
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Venus lucero del alba
En tus ojos escribe Venus
el rojo vivo de armonía
carruajes de fuego
emergen del iris refulgente
mientras la noche
en su tálamo desnudo
se derrama en sábanas de yerba
cuando el lucero del alba
bien nos sonreía.
Un obelisco en llamas
llevan las musas de los hombres
con sus himnos
cantan a Zeus
rebosan de un recipiente sonoro
las arquitecturas blancas
los jazmines de la carne
la luz que se aproxima
a la sombra de los mundos
y el torso de Céfiro resurge
de las humildes gotas
de mi tormenta oscura
mientras me ato
a la cadena perpetua de tu abrazo.
Del horizonte
regresan los barcos perdidos
sobre canciones blancas de espuma
náufragos en las flautas de Atenea
se acomodan nuestros labios y se entrelazan
temblando lunas de otoño deshojadas
islas solitarias
se adentran mar adentro
caminas a mi lado
como un leve sueño
con un aliento amor
del que vivo y muero.
Arrastro los tigres de la noche
como góndolas venecianas
surcan los canales
bajo la fría noche de invierno
el paso lento de los días
las voces de enjambre
tristemente dormidas
mientras un sueño enigmático
descifra los nombres secretos de los astros
y la tristeza se me enfría
como la capa blanca de las estatuas.
Se rompe el alba
con los buenos sueños desvelados
con la herida negra de un cisne
de un Ícaro de alas ardientes
en los balcones de oro de poniente
se cierra eterna la caléndula
y emerge un sol triste de media noche
asciendo al abismo
cegada la razón
y hechizados los sentidos.
Posee el mar en su memoria
el dulzor de los labios en sus caricias
muerde el otoño la boca amarga
mientras se alza Venus eterna
en la naturaleza muerta de las cosas
muero mientras muerdo la manzana
mientras emerge una espiga verde
de la tierra negra derramada
y quedan lunas cautivas
presas a tu cadena.
Fui yo quien anduvo muerto
hace ya miles de años
buscando nidos en troncos muertos
en ramas partidas
como un corazón que se disipa
al paso de nubes bajas y henchidas
mientras del vago sueño despertaba
y el mundo entero se me dormía.
Morderte pudiera lentamente
en esta oscuridad amor
el fuego de tu antorcha
hiere y quema
mientras vienen de regreso las aves
recobrando el rumbo
alterando el aire
en la noche azulada de azucena
temblando la rosa blanca ante la espina
y ante ti el mundo
que nuevamente se revela.
Fueron otros
los viajeros que marcharon de mi lado
en mis lágrimas
se me enfría la agonía
una virginal herida
rasgó el cielo de poniente
negra luz entró en el Cáliz de la vida
como un Tártaro oscuro
y un espejo roto que mostraba
lo lejos desde donde venías.
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Francis
Asomado a mi ventana en plena noche.
Suenan en mi cabeza
las teclas de un piano triste
arriban a mí en pequeñas olas
un riachuelo de invierno
una primavera que renace en silencio
un corazón
que envejeció dormido y misterioso
en tú tímida sonrisa.
Visible la luna plena
se alza por encima de las aves y las torres
como lejanos son los reinos
de una juventud que se apaga
sin las brasas de un hogar
lleno de estatuas angustiadas.
Lentas viajan las barcas
se amarran a puerto con soga mojada
enjauladas como pájaros que trinan
con la cercanía de los otros
por la orilla de un río de humo y piedra
que no cesa.
Hermosas palabras de amistad
entreabren los labios de sonrisa
y encuentro sigilosa
la huida de unos ojos
como llamas encendidas
mientras unos cipreses
desvelan los signos de la muerte
y unas pavesas incandescentes
recorren las calles desérticas.
Huele la noche a tierra mojada
a bosque verde
a flor de jara
que escala los muros enormes
de la vida.
De pronto retoma hermoso de miel
el sonido vibrante de tu corazón
la voz queda dormida en tu lecho
mientras la distancia enorme
moribundo el impulso de sentirte
brota feliz entre nosotros.
Es hora de salir
ver la luz del cielo
la creación
desde el centro de la tierra
indescifrable
como un mar en su ternura
solo míos tu luz y su premura
sin consumir el fuego donde ardo
donde tiemblan
perdidos mis pasos
en tú isla misteriosa.
Las luces de la ciudad
serpentean entre plazas y callejuelas
mientras lejanos ladridos retumban sin eco
en el silencio de la noche
como las teclas rotas de un piano
que cubren con lenta sombra
el vaho de mi ventana.
Arden sin crepitar las hogueras
cubriendo todo el valle
como ángeles aturdidos
en los templos de los hombres
en el milagroso suceder de los tiempos
en los mismos errores del pasado
de un tiempo aquí encerrados.
Mis dedos temblorosos
tocan en el cristal
tu rostro que se me desvanece
un susurro apenas audible
los ojos húmedos
y tres rosas
que dejaste fragantes y luminosas
una por cada tiempo renacido
y el color, que es su tiempo, lo han perdido
para que mañana
vuelvan a renacer
en un tiempo más preciso.
Caen en vuelos cortos
las hojas de los arboles desnudos
y en aquel bogar de lentas barcas
de terciopelo azul de mar
la juventud
con el pausado ritmo de tu pecho
mientras duermes
con pies descalzos
rozando
el agua cristalina de las fuentes.
Se mece nuestra barca
mientras amarramos los remos
que se derraman
en las aguas tranquilas de un océano.
Ahora amanece
en hogueras de cielo incandescente
no se me hace lejana la luz
ni extraño el susurro de tu voz
cuelgan de los puentes
luceros de cristal iridiscente
poder cambiar toda la suerte
que flota como nubes en su huida.
Se me alzan
los pulsos de la fiebre en tus brazos
tu imagen infinita
que perdura eterna en mi mente
como un banco solitario en un parque
las ramas quebradizas de un sarmiento
el verde crepitar de una espiga
la gota verdadera
que cuelga solitaria de una rama.
Pequeñas gotas concéntricas
golpean el cristal en que me apoyo
surcan el camino de vuelta a nuestra casa
se me clava la tardanza
como una lanza que me grita
y he tomado tu palabra
en las orillas de un riachuelo
que me acerca más y mas
al agua de tu aljibe.
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Francis
En los muros de un jardín
Hay un luz que flota
en la penumbra de mi habitación
el océano se ha desbordado
hasta los pies de mi cama
flota un navío
en el fuego de poniente
y amanece en una línea
que deslumbra y explota.
Quiero abarcar todo el cielo
todo el mundo en una gota
y me mira
y me observa
como si al mirarme
pudiera yo salvarlo.
Ahora la luz se ha vuelto negra
bajo la cama
todo un mundo
de brillantes estrellas
la tibieza de un aposento
que me habita
como el hombre
que se entrega a un naufragio
que ya espera.
Para ser el que fuiste
se confunden la alegría y el dolor
los gritos cegados
en la punta de un ciprés
y sus gálbulas mutiladas
se confunden inservibles
en una existencia ya olvidada.
Yo te recuerdo hermosa
de preciosos ojos
avanza tu mirada
por un extenso puente
tiembla ya y ahora
bajo mis pies
un mar encabritado
y siento que es la vida
quien aturde a la muerte.
¿Que es lo que quedó
de aquél viejo verano ?
una habitación en llamas
un tranvía
que atraviesa las calles mojadas
que se hunde
en las luces de la ciudad
que al alba se desvanece
mis parpados abrasas
más que un frío candente.
Es la hora lívida de la primavera
a lo lejos he oído cantar un pájaro
en la catarata de un jardín abandonado
la luz descansa en el rocío
de unos pétalos que florecen y abrasan
y brotan como jardines venecianos
los balcones de unas casas
más allá de las horas propias
de esta vida.
Los niños
ya no juegan en los parques
el óxido de un hierro
los balcones ya apagados
se hunden en la noche
como un hombre solitario
con un perro.
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Francis