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miércoles, 10 de abril de 2024

Prometeo


Prometeo 


Parte en dos el mundo
como una brizna de hierba
 de aire delicioso
un rayo de nítido azulado
verde marino 
el aire con que se abate 
el fuego Prometeo. 



Ves toda la tierra 
suspendida en alas de oro
eres mi vida y amor
que vibra en notas tiernas 
como un pájaro
que desde los cielos insondables
dormita puro 
y en sus brasas 
se contiene él mismo
fuego en el tallo 
de una cañaheja. 



Se torna la luz diáfana y lejana 
en lago de plata
se funde con el cielo 
y una cadena infinita
alrededor de mis tobillos
me condena. 



Como un titán abatido
cae mi soledad 
en un abismo
lluvia, tierra negra
un tambor de negro eco
prisionera de ninfas tan divinas
ardiente se derrama
¿estaré despierto o dormido? 



Miro con más ahínco 
las cosas ciertas y verdaderas
un mar de arena
viene desde el horizonte 
como huracán descienden 
los hombres 
por la celeste esfera 
diminutas motas 
de una lumbre que palpita
besando el aire contenido y dulce
de los lirios olvidados
¿Amor mío, cuando me besarás 
con lágrimas de fuego? 



Recogen las hadas
en sus cálices
rojas lágrimas de Zeus
una civilización que se consume 
y otra palpita y y se alza
¡ oh mi compañera !
naces dentro de mi
como un eco que retumba
en el monte del Olimpo
 donde estabas, donde estás, 
donde estarás, 
cuando mi corazón herido caiga 
entre las montañas mudas
de este mundo. 



Cuando con orgullo 
la patria de mi alma 
te sonría
es tu luz furiosa 
la que ilumina
las oscuras horas perdidas
de este mundo
que Dioses tan poderosos 
tumbaron nuestros altos muros
alzándose de nuevo 
como estatuas de mármol
de jacintos abrazados. 



Duerme ahora mi amor
entre mis brazos
brindando vinos de miel 
pues la tormenta 
en calma muere 
mientras acechan 
con látigos misteriosos
los lazos inquebrantables del olvido
¿Te quedarás para siempre
y nos consumiremos 
con el sutil espíritu de la delicia? 



La bruma no llega
a los picos de las torres 
y lo creías 
donde viven ocultos 
grandes hombres 
donde nadie pisa 
las sombra de sus huesos
un Dios muere y otra nace
ocupando su puesto
hasta que muere 
un circulo universal infinito 
de piedra y muerte 
donde el yunque de Hefesto
forja con coronas de oro
su desdicha. 



Perdido me encuentro 
ante odios y fatigas 
cansado ando los espinosos caminos 
de esta morada eterna
la sombra veloz de la muerte blanca
cual luna que derrama perpetua
luceros de luz de plata
y en el abismo
vulneran la luz los vastos océanos 
como una Titánide renacida
una anémona que corona al fin 
alzándose de mar embravecida. 



Ahora viejas y ateridas
sucumben las edades de los hombres
prestos exhalan sus gritos a la eterna noche 
espíritus vitales 
iluminan su oscuridad 
a sotavento marcan los mástiles 
los meridianos perdidos de Greenwich
donde nacen las Nereidas 
con sus pezones rosados
yo, en cambio, siempre me dirigiré al Sur 
como una ciudad irreal
desdibujada en el horizonte 
donde tu siempre me esperarás 
rota la prisión que nos ata a este mundo. 



Me embriagué con aquél vino de miel 
que me brindaste 
sobre tus labios de jacintos y gazanias
te alzas enorme sobre capiteles 
que tallas con hilos de oro en mi memoria
llenando de nubes blancas mi contorno
con la fragancia de tus días mediterráneos 
hoy se alza una luna verde en sus maitines 
no hay luz, ni mar, ni el brillo roto sin deseo 
no hay corona, ni rey, ni calor ni frío
ni deseo colmado, ni rutina cruel 
solo mi boca bajo tu cuerpo
en la orilla desnuda de tus sueños. 



Pálidas estrellas 
pulsan con sonidos misteriosos de tiorbas 
gozan del recuerdo
que lejos se extiende en la memoria
todos los caminos comienzan 
con un pequeño gesto
como el sonido de un trueno sin lluvia
mientras la cigarra cantó alegre 
cerca de un charco entre las rocas 
como una brizna de hierba 
empapada del rocío de la mañana
que apunta directa al corazón
celosa la calima del verano 
el tallo de la rosa corta y duele 
dueña del vuelo de mi alma. 



Una naturaleza pervive 
en los balcones de aquella ciudad 
inmortal y agonizante al mismo tiempo 
mientras otra se decolora y desaparece 
en la madurez de lo que espera 
nítidos los rayos de sol 
que se estremecen en tu rostro
un otoño de nítidos verdores renovados
en tu patio de mármoles fríos y verdes jazmines 
un amor de gestos seductores 
baja el ardor de tus caricias por las ramas 
de aquellos altos muros
ávidos de tu sed urgente. 



Nacen de rojo vivo las granadas 
sangran entre olivos su indolencia 
como la llama viva de la fragua
pasa veloz la ola del mar embravecido 
la vida urgente y transitoria 
con una nueva excusa cada día. 



Bajo triste calle abajo 
la plaza del Mercado 
y el aire entre las rejas se colaba
lleva el recuerdo sus nombres prisioneros
demasiadas muertes 
firmes dejaron el firmamento 
lleno de luceros blancos 
¿es lo cotidiano inescrutable?
quizás envejecer sea vencerse 
al mar enorme de lo cotidiano
una grieta rompe el muro en escombros 
no da consuelo el ausente 
un licor de angustia me sofoca 
y una suave voz 
se acaba con los muertos. 



Yace la tierra viva y me posee 
como antiguas se conocen ya 
llamas más ardientes de este mundo
pero venid a mi sin demora
ráfagas de aire sensual 
que tus ojos me atraviesan. 



El miedo por tu dolor ya ha sido mío
al igual que las huellas del hambre y el naufragio
del amor desposeído y trágico
recuerdo alguno me adormece 
tanto como estrellas pálidas 
eternas pulsarán errantes. 



Calma la angustia 
tu recuerdo me sobrevuela 
como espíritus de pájaros otrora enjaulados
mientras las cuevas de mi mente humana
sobrevuelan 
la casa que habitamos. 



Moribundos los corazones 
en la casa de los espíritus 
mientras las palabras que me dices 
suben y se elevan
las aguas calmas y silenciosas 
vuelven conmigo a tu lado. 



Yo dormiré siempre junto a ti 
como un alumno de amor insaciable 
el sonido de tu alma me posee 
mientras observamos 
la batalla del alba
a las tinieblas desvanece. 



Un sol inmortal vino a desvelarnos 
volaban las flores las abejas 
mientras un manto de hiedra 
acariciaba el afluente 
nuestros pies desnudos
nuestro caminar 
como alas silenciosas 
su luz apagó el pulso 
de mi última estrella sigilosa. 



Cubre un lienzo 
las torres del horizonte te despiertan 
una llama de amor hiere 
al costado te traspasa una lanzada 
amor inocente de los mortales 
abandona la vida que te abraza 
la roca en que fue encadenado 
las cadenas te desconocieran. 



Amor muéstrate hermoso y recatado 
al alago que me muestras 
que el monte Olimpo fue testigo 
el sacrificio enorme de la carne
súbitamente los ojos de Pandora te vigilan 
han vertido tanto llanto 
el dolor de tanto mundo 
el fulgor de la llama lo consume 
tanta antorcha tanto fuego. 



Transcurrió un corto momento
y llegó la primavera suavemente 
un peregrino me ofreció un candelabro
tranquilo y sereno iba muriendo
también yo muero despacio y renacido
pero no lograba ya escucharme
iban los sueños por delante
cerrando los pastos ya crecidos
al borde del acantilado
no miré ya el agua
que abarcaba tanto rio 
embriagados y ateridos mis sentidos
una dorada atmósfera 
la llama a mi me rodeaba 
mientras el sonido pulsante de unas flautas 
desde el lago Estigio mis oídos percibían. 



Como bucles de oro 
resonaba en el viento y lo anhelaba 
un horizonte infinito barría la tierra 
el sonido vibrante de las tubas 
y el llanto melancólico de Ondina
la pena de tus ojos hacía mía
mientras el cauce del río reflejó tu rostro
la mano para aprehenderte me faltaba. 



Traspasaban mis pies 
lejana la vibración sonora de un timbal 
presagio de un entierro triste 
unas voces se alzaban 
ángeles tímidos y confusos
mientras en los hombres 
un diluvio 
su pena y talismán ya germinaban. 



Una flecha ha cruzado 
el valle tan profundo y oscuro
cuando tan brillante e inmortal yacías 
cae la llama viva del fuego eterno
que en tus manos contenías. 



Áurea brilla en tu frente 
el triunfo alado de nuestra vida
al mismo tiempo
un hombre de mármol blanco 
se yergue 
sobre las bestias ya domadas. 



Un sol se alza ahora 
enorme y victorioso 
por encima de los Dioses 
sobre el espejo verde de los prados 
rota la cadena que los ata
filo azul de las espadas 
liberados los sueños más profundos
el triunfo alado de los hombres. 


                                                                                                                               Francis

                                      X15 x3 X2024




 
































 














































































































































































 































































































































































miércoles, 22 de diciembre de 2021

Olas blancas de salitre



Olas blancas de salitre



Hay enormes piedras

en mi oscuridad tempestuosa

no hay resurrección

en el largo cuchillo de la noche

vértigo

espuma de mar negra

recuerdos en explosiones impasibles

que a pie de sus muros envisten

y en su negrura tiritan

escurridizos de amor sin excusa.




En mis ojos se pierde inmenso

la bocana de tu puerto

una copa de oro encendido

y el humo dorado en tus cabellos

como un caracol de ondulado vidrio

donde vive una flor de bronce tímido

llena de corales

tu vida existe en mi

y tiembla suavemente.




Reina de un mundo rojo vino

en paisaje hiere

roba de tus manos

el viento fuerte de levante Alborán.




Se negaron las hojas a caer

naufragas de tus inviernos perdidos

enajenadas estrellas pulsan sonoras dichas

fieras de hielo y fuego las persiguen

y en nuestro tálamo nos devoran

teniendo por techo un santuario celeste

y una pirámide en su centro.

espigas infinitas de esmeraldas.




Como ébanos en la noche

tus pétalos reposan

ardiente la llamada de mi pulso

cítaras insomnes las palabras nunca dichas

en la frescura del aire nocturno

acércate tú

y amortigua esta sedienta lumbre.




Nace un ciprés ente antiguos cipreses

y llora la muerte todas las muertes

solas las almas

sobre sábanas de sándalo

solitarias como gotas cristalinas

un escarpado abismo

frías las arenas

riberas mojadas de una playa.




Van los pescadores

ciegos con los faros de aceite

en la amura de babor

viejo se agita el mar envejecido

me envuelves

bruma irrenunciable

como piedras ávidas de lluvia

siempre tu rostro

hecho de niebla

crisálida de ensueño.

me ha amanecido.




Sereno te buscaba

mientras el sol ya tramontado

a tu vera

y en torno de tu vuelo se te funde

luciérnaga

en el valle del rocío

poblar tus íntimas moradas

peregrino vuela a ti mi corazón

firme la huella.


                                                                                                       Francis

                                      X17 x12 X2021


Venus lucero del alba

 

Venus lucero del alba


En tus ojos escribe Venus

el rojo vivo de armonía

carruajes de fuego

emergen del iris refulgente

mientras la noche

en su tálamo desnudo

se derrama en sábanas de yerba

cuando el lucero del alba

bien nos sonreía.



Un obelisco en llamas

llevan las musas de los hombres

con sus himnos

cantan a Zeus

rebosan de un recipiente sonoro

las arquitecturas blancas

los jazmines de la carne

la luz que se aproxima

a la sombra de los mundos

y el torso de Céfiro resurge

de las humildes gotas

de mi tormenta oscura

mientras me ato

a la cadena perpetua de tu abrazo.



Del horizonte

regresan los barcos perdidos

sobre canciones blancas de espuma

náufragos en las flautas de Atenea

se acomodan nuestros labios y se entrelazan

temblando lunas de otoño deshojadas

islas solitarias

se adentran mar adentro

caminas a mi lado

como un leve sueño

con un aliento amor

del que vivo y muero.



Arrastro los tigres de la noche

como góndolas venecianas

surcan los canales

bajo la fría noche de invierno

el paso lento de los días

las voces de enjambre

tristemente dormidas

mientras un sueño enigmático

descifra los nombres secretos de los astros

y la tristeza se me enfría

como la capa blanca de las estatuas.



Se rompe el alba

con los buenos sueños desvelados

con la herida negra de un cisne

de un Ícaro de alas ardientes

en los balcones de oro de poniente

se cierra eterna la caléndula

y emerge un sol triste de media noche

asciendo al abismo

cegada la razón

y hechizados los sentidos.



Posee el mar en su memoria

el dulzor de los labios en sus caricias

muerde el otoño la boca amarga

mientras se alza Venus eterna

en la naturaleza muerta de las cosas

muero mientras muerdo la manzana

mientras emerge una espiga verde

de la tierra negra derramada

y quedan lunas cautivas

presas a tu cadena.



Fui yo quien anduvo muerto

hace ya miles de años

buscando nidos en troncos muertos

en ramas partidas

como un corazón que se disipa

al paso de nubes bajas y henchidas

mientras del vago sueño despertaba

y el mundo entero se me dormía.



Morderte pudiera lentamente

en esta oscuridad amor

el fuego de tu antorcha

hiere y quema

mientras vienen de regreso las aves

recobrando el rumbo

alterando el aire

en la noche azulada de azucena

temblando la rosa blanca ante la espina

y ante ti el mundo

que nuevamente se revela.



Fueron otros

los viajeros que marcharon de mi lado

en mis lágrimas

se me enfría la agonía

una virginal herida

rasgó el cielo de poniente

negra luz entró en el Cáliz de la vida

como un Tártaro oscuro

y un espejo roto que mostraba

lo lejos desde donde venías. 



                    X21 x10 X2021

                                                                       Francis

                                             

viernes, 27 de agosto de 2021

Asomado a mi ventana en plena noche

 

Asomado a mi ventana en plena noche.


Suenan en mi cabeza

las teclas de un piano triste

arriban a mí en pequeñas olas

un riachuelo de invierno

una primavera que renace en silencio

un corazón

que envejeció dormido y misterioso

en tú tímida sonrisa.



Visible la luna plena

se alza por encima de las aves y las torres

como lejanos son los reinos

de una juventud que se apaga

sin las brasas de un hogar

lleno de estatuas angustiadas.



Lentas viajan las barcas

se amarran a puerto con soga mojada

enjauladas como pájaros que trinan

con la cercanía de los otros

por la orilla de un río de humo y piedra

que no cesa.



Hermosas palabras de amistad

entreabren los labios de sonrisa

y encuentro sigilosa

la huida de unos ojos

como llamas encendidas

mientras unos cipreses

desvelan los signos de la muerte

y unas pavesas incandescentes

recorren las calles desérticas.



Huele la noche a tierra mojada

a bosque verde

a flor de jara

que escala los muros enormes

de la vida.



De pronto retoma hermoso de miel

el sonido vibrante de tu corazón

la voz queda dormida en tu lecho

mientras la distancia enorme

moribundo el impulso de sentirte

brota feliz entre nosotros.



Es hora de salir

ver la luz del cielo

la creación

desde el centro de la tierra

indescifrable

como un mar en su ternura

solo míos tu luz y su premura

sin consumir el fuego donde ardo

donde tiemblan

perdidos mis pasos

en tú isla misteriosa.



Las luces de la ciudad

serpentean entre plazas y callejuelas

mientras lejanos ladridos retumban sin eco

en el silencio de la noche

como las teclas rotas de un piano

que cubren con lenta sombra

el vaho de mi ventana.



Arden sin crepitar las hogueras

cubriendo todo el valle

como ángeles aturdidos

en los templos de los hombres

en el milagroso suceder de los tiempos

en los mismos errores del pasado

de un tiempo aquí encerrados.



Mis dedos temblorosos

tocan en el cristal

tu rostro que se me desvanece

un susurro apenas audible

los ojos húmedos

y tres rosas

que dejaste fragantes y luminosas

una por cada tiempo renacido

y el color, que es su tiempo, lo han perdido

para que mañana

vuelvan a renacer

en un tiempo más preciso.



Caen en vuelos cortos

las hojas de los arboles desnudos

y en aquel bogar de lentas barcas

de terciopelo azul de mar

la juventud

con el pausado ritmo de tu pecho

mientras duermes

con pies descalzos

rozando

el agua cristalina de las fuentes.



Se mece nuestra barca

mientras amarramos los remos

que se derraman

en las aguas tranquilas de un océano.



Ahora amanece

en hogueras de cielo incandescente

no se me hace lejana la luz

ni extraño el susurro de tu voz

cuelgan de los puentes

luceros de cristal iridiscente

poder cambiar toda la suerte

que flota como nubes en su huida.



Se me alzan

los pulsos de la fiebre en tus brazos

tu imagen infinita

que perdura eterna en mi mente

como un banco solitario en un parque

las ramas quebradizas de un sarmiento

el verde crepitar de una espiga

la gota verdadera

que cuelga solitaria de una rama.



Pequeñas gotas concéntricas

golpean el cristal en que me apoyo

surcan el camino de vuelta a nuestra casa

se me clava la tardanza

como una lanza que me grita

y he tomado tu palabra

en las orillas de un riachuelo

que me acerca más y mas

al agua de tu aljibe.




                   X14 X4 X2020

                                                                 Francis

En los muros de un jardín

En los muros de un jardín



Hay un luz que flota

en la penumbra de mi habitación

el océano se ha desbordado

hasta los pies de mi cama

flota un navío

en el fuego de poniente

y amanece en una línea

que deslumbra y explota.



Quiero abarcar todo el cielo

todo el mundo en una gota

y me mira

y me observa

como si al mirarme

pudiera yo salvarlo.



Ahora la luz se ha vuelto negra

bajo la cama

todo un mundo

de brillantes estrellas

la tibieza de un aposento

que me habita

como el hombre

que se entrega a un naufragio

que ya espera.



Para ser el que fuiste

se confunden la alegría y el dolor

los gritos cegados

en la punta de un ciprés

y sus gálbulas mutiladas

se confunden inservibles

en una existencia ya olvidada.



Yo te recuerdo hermosa

de preciosos ojos

avanza tu mirada

por un extenso puente

tiembla ya y ahora

bajo mis pies

un mar encabritado

y siento que es la vida

quien aturde a la muerte.



¿Que es lo que quedó

de aquél viejo verano ?

una habitación en llamas

un tranvía

que atraviesa las calles mojadas

que se hunde

en las luces de la ciudad

que al alba se desvanece

mis parpados abrasas

más que un frío candente.



Es la hora lívida de la primavera

a lo lejos he oído cantar un pájaro

en la catarata de un jardín abandonado

la luz descansa en el rocío

de unos pétalos que florecen y abrasan

y brotan como jardines venecianos

los balcones de unas casas

más allá de las horas propias

de esta vida.



Los niños

ya no juegan en los parques

el óxido de un hierro

los balcones ya apagados

se hunden en la noche

como un hombre solitario

con un perro.



X14 X5 X2020

Francis