Algo nace del sueño de los hombres
Algo nace del sueño de los hombres
arrobado canta el trovador floridas cantigas
sinsabor la pena inmerecida
se deshacen
como el vaho de los besos tras un cristal
huracanes los sueños que van y vienen
quizás lo hayas sentido
en el cielo derramado
del último otoño antes del crepúsculo
el alboroto de las rojas hojas arboladas
nos mecen en un lago que se despeña de lotos
en el frágil despertar de la memoria nocturna
quiero escuchar cercana tu voz más dulce y lenta
en el filo misterioso
del tálamo de viva tierra que habitamos
traspasada la frontera de las sombras
una voz se eleva entre nosotros hacia el monte
como el rojo incandescente de una pavesa
luz prendida y viva en el alféizar de la ventana
en la tierra o en el cielo retumban en su núcleo
dos almas gemelas
repletas de castaños y chicharras
mi alma de parte a parte se atraviesa.
Calla amor, calla y escucha
los retratos son en mi mente
como patas de pájaros enredados
el porche de la casa se puebla
con el paso de la estaciones palaciegas
sobre una cocina enorme de fuego perenne
una mesa se yergue esparcida
con grumos de azúcar y blancas harinas
antes que nazca la luz brillante de los sueños
hay un ligero temblor
la profundad de los sueños me atraviesa
la luz se antoja diferente
y pasa fugaz
como el giro inesperado
y vigoroso
de pequeñas golondrinas.
Cae la noche de resplandor enlunado
bajo el peso opaco de las nubes girantes
estridentes y luminosas en su centro
un campanario de locas risas
resuena en los verdes valles de la memoria
las palabras olvidan su sentido
marcan el paso manso y sereno de la vida
todo tiempo presente
se convierte de repente en destellos del pasado
hay un leve temblor bullicioso repicando en las aldabas
golpeadas por los sueños de los hombres
los días se chocan como piedras bajo sus zapatos
hay en su gesto la placidez de una esclava etrusca
constructora de torres tan altas
roban la blanca luz de primavera
sembrados de blancos luceros sobre el agua
la flor fugaz de los almendros.
Miro a través de un catalejo imaginario
y observo a unos niños de pantalones cortos
cruzando los patios de las casas
sobre los cabos amarrados en los extremos
secan como banderas onduladas
sábanas blancas recién lavadas
la vida se prolonga como un pasillo estrecho
sobre las paredes me observan los retratos
aquellos me rodean
son como sombras con máscaras de papel
en los jardines colgantes
del paraíso de la memoria
mil leones los custodian
viven en mi jardín privado
donde mis padres me dejaron olvidado
donde el aliento cobarde de los hombres
duerme en un barro de arcilla y piedras
los árboles escuchan el silencio de los valles
y callan
como callan las pisadas mojadas en la arena
batidas por las olas apacibles de la playa
observo dormido mis piernas colgantes
en la arista misteriosa de un acantilado
como ramas ocultas
en un jardín veneciano.
Hay un farol encendido al borde del río
dorado e inquieto flota
en la niebla placida y silenciosa
donde tu vida misteriosa ocupa todas mis riveras
dulce acantilado en la orilla de los sueños
eslabón de una cadena
al presente que los une
suenan lejanos y ligeros recuerdos
como notas de un cordaje afinado
en el silencio estático de la noche
de una melodía que no recuerdo
se escuchan alrededor risas agitadas
en la línea horizontal
del crepúsculo que nace
éramos tan jóvenes en un mundo tan enorme
un galeón navega al compás de la corriente
viene portando en sus velas
un manto de estrellas reflejadas
de primaveras encendidas
duermo y sueño y sueño y duermo de nuevo
mientras un hombre narra aburrido
de letanía sus vidas anteriores
los sonidos de azules se tiñen
en las cuerdas de una lira
estoy sumergido en un laberinto
empañado de verano sin fin
verde esmeralda el rayo acuoso
que nace de tus ojos amanecidos
cuando pasará septiembre
como un galeón solitario
para embarcarme contigo nuevamente.
Camino antiguas ciudades
con una nueva luz
que perturba mi sueño
antes de verte recién amanecida
la claridad azulada
luna en la noche de plata iluminada
los sonidos me desvelan
despoblados de ecos
despojados los frágiles
vestidos de los hombres
llenos los ojos rajados
de dulce maitinada
una infinidad perturbadora
he descubierto de repente
un camino que descendía
desde las altas colinas
a ambos lados hojas de jara y azahar
la tormenta desplazaba
una sacudida extraña
un océano de imágenes
un océano de recuerdos
la memoria estremecía.
He regresado
a las horas silenciosas de mi infancia
el eco apagado del silencio
entre los callejones de unas plazas
que pronto me olvidaron
se estremecen aplastados entre un bosque de gigantes
existe una seriedad mezclada
en la belleza del desierto
sereno el magnetismo de la tierra
enigmática entre la quietud misteriosa de aquellas dunas
he encontrado una esfinge inmutable
las arenas colosales cautiva la mantienen
los templos en derredor ya se han desvanecido
rotas las cadenas polvorientas de olvido
en pergaminos viejos han quedado
las antiguas estrofas atenienses
se alzan sobre capiteles quebradizos
olas monumentales de arena
y los sueños antiguos y perdurables de los hombres
que enmudecen ante lo desconocido.
arrobado canta el trovador floridas cantigas
sinsabor la pena inmerecida
se deshacen
como el vaho de los besos tras un cristal
huracanes los sueños que van y vienen
quizás lo hayas sentido
en el cielo derramado
del último otoño antes del crepúsculo
el alboroto de las rojas hojas arboladas
nos mecen en un lago que se despeña de lotos
en el frágil despertar de la memoria nocturna
quiero escuchar cercana tu voz más dulce y lenta
en el filo misterioso
del tálamo de viva tierra que habitamos
traspasada la frontera de las sombras
una voz se eleva entre nosotros hacia el monte
como el rojo incandescente de una pavesa
luz prendida y viva en el alféizar de la ventana
en la tierra o en el cielo retumban en su núcleo
dos almas gemelas
repletas de castaños y chicharras
mi alma de parte a parte se atraviesa.
Calla amor, calla y escucha
los retratos son en mi mente
como patas de pájaros enredados
el porche de la casa se puebla
con el paso de la estaciones palaciegas
sobre una cocina enorme de fuego perenne
una mesa se yergue esparcida
con grumos de azúcar y blancas harinas
antes que nazca la luz brillante de los sueños
hay un ligero temblor
la profundad de los sueños me atraviesa
la luz se antoja diferente
y pasa fugaz
como el giro inesperado
y vigoroso
de pequeñas golondrinas.
Cae la noche de resplandor enlunado
bajo el peso opaco de las nubes girantes
estridentes y luminosas en su centro
un campanario de locas risas
resuena en los verdes valles de la memoria
las palabras olvidan su sentido
marcan el paso manso y sereno de la vida
todo tiempo presente
se convierte de repente en destellos del pasado
hay un leve temblor bullicioso repicando en las aldabas
golpeadas por los sueños de los hombres
los días se chocan como piedras bajo sus zapatos
hay en su gesto la placidez de una esclava etrusca
constructora de torres tan altas
roban la blanca luz de primavera
sembrados de blancos luceros sobre el agua
la flor fugaz de los almendros.
Miro a través de un catalejo imaginario
y observo a unos niños de pantalones cortos
cruzando los patios de las casas
sobre los cabos amarrados en los extremos
secan como banderas onduladas
sábanas blancas recién lavadas
la vida se prolonga como un pasillo estrecho
sobre las paredes me observan los retratos
aquellos me rodean
son como sombras con máscaras de papel
en los jardines colgantes
del paraíso de la memoria
mil leones los custodian
viven en mi jardín privado
donde mis padres me dejaron olvidado
donde el aliento cobarde de los hombres
duerme en un barro de arcilla y piedras
los árboles escuchan el silencio de los valles
y callan
como callan las pisadas mojadas en la arena
batidas por las olas apacibles de la playa
observo dormido mis piernas colgantes
en la arista misteriosa de un acantilado
como ramas ocultas
en un jardín veneciano.
Hay un farol encendido al borde del río
dorado e inquieto flota
en la niebla placida y silenciosa
donde tu vida misteriosa ocupa todas mis riveras
dulce acantilado en la orilla de los sueños
eslabón de una cadena
al presente que los une
suenan lejanos y ligeros recuerdos
como notas de un cordaje afinado
en el silencio estático de la noche
de una melodía que no recuerdo
se escuchan alrededor risas agitadas
en la línea horizontal
del crepúsculo que nace
éramos tan jóvenes en un mundo tan enorme
un galeón navega al compás de la corriente
viene portando en sus velas
un manto de estrellas reflejadas
de primaveras encendidas
duermo y sueño y sueño y duermo de nuevo
mientras un hombre narra aburrido
de letanía sus vidas anteriores
los sonidos de azules se tiñen
en las cuerdas de una lira
estoy sumergido en un laberinto
empañado de verano sin fin
verde esmeralda el rayo acuoso
que nace de tus ojos amanecidos
cuando pasará septiembre
como un galeón solitario
para embarcarme contigo nuevamente.
Camino antiguas ciudades
con una nueva luz
que perturba mi sueño
antes de verte recién amanecida
la claridad azulada
luna en la noche de plata iluminada
los sonidos me desvelan
despoblados de ecos
despojados los frágiles
vestidos de los hombres
llenos los ojos rajados
de dulce maitinada
una infinidad perturbadora
he descubierto de repente
un camino que descendía
desde las altas colinas
a ambos lados hojas de jara y azahar
la tormenta desplazaba
una sacudida extraña
un océano de imágenes
un océano de recuerdos
la memoria estremecía.
He regresado
a las horas silenciosas de mi infancia
el eco apagado del silencio
entre los callejones de unas plazas
que pronto me olvidaron
se estremecen aplastados entre un bosque de gigantes
existe una seriedad mezclada
en la belleza del desierto
sereno el magnetismo de la tierra
enigmática entre la quietud misteriosa de aquellas dunas
he encontrado una esfinge inmutable
las arenas colosales cautiva la mantienen
los templos en derredor ya se han desvanecido
rotas las cadenas polvorientas de olvido
en pergaminos viejos han quedado
las antiguas estrofas atenienses
se alzan sobre capiteles quebradizos
olas monumentales de arena
y los sueños antiguos y perdurables de los hombres
que enmudecen ante lo desconocido.
Me cautiva el paso lento de las horas
entre una sábana enorme
que es el tiempo que me envuelve
la tierra basta se tiñe
de calma plácida el rojo atardecer
los sueños se nos huyen como palomas asustadas
como animales bajo un astro ardiente
habitan entre en el cielo y la tierra
entre las ruedas enormes que nos orbitan
de un firmamento que crepita pulsantes las estrellas
los cauces de los ríos se incendian de luciérnagas
llama mortal el rojo vivo que reflejan
pálidas y dolientes
las llamas de inocencia se me encienden
el hombre se encuentra siempre recién amanecido
ya no es tan oscuro
se yergue sobre el verde
de los frondosos bosques que habitamos
ahora en la llanura despoblada
se construyen miles de estatuas repletas de recuerdos
en cada esquina, en cada soportal resguardado
el viento indescifrable de la juventud
la juventud, oh la juventud
un instante de luz brillante
fulminante la rapidez el rojo vivo del relámpago
el brillo cegador de inocente entusiasmo
los templos enormes ya se me han desvanecido
sobre sus propios capitales
rotas las cadenas polvorientas de olvido.
Siempre soñar estar tan vivos
libertad el corazón que ansía
siempre que vivamos
habrá en nosotros poesía.
libertad el corazón que ansía
siempre que vivamos
habrá en nosotros poesía.
Francis
X20 x6 X2024
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