Prometeo
Parte en dos el mundo
como una brizna de hierba
de aire delicioso
un rayo de nítido azulado
verde marino
el aire con que se abate
como una brizna de hierba
de aire delicioso
un rayo de nítido azulado
verde marino
el aire con que se abate
el fuego Prometeo.
Ves toda la tierra
suspendida en alas de oro
eres mi vida y amor
que vibra en notas tiernas
como un pájaro
que desde los cielos insondables
dormita puro
y en sus brasas
se contiene él mismo
fuego en el tallo
de una cañaheja.
Se torna la luz diáfana y lejana
en lago de plata
se funde con el cielo
y una cadena infinita
alrededor de mis tobillos
me condena.
Como un titán abatido
cae mi soledad
en un abismo
lluvia, tierra negra
un tambor de negro eco
prisionera de ninfas tan divinas
ardiente se derrama
¿estaré despierto o dormido?
Miro con más ahínco
las cosas ciertas y verdaderas
un mar de arena
viene desde el horizonte
como huracán descienden
los hombres
por la celeste esfera
diminutas motas
de una lumbre que palpita
besando el aire contenido y dulce
de los lirios olvidados
¿Amor mío, cuando me besarás
con lágrimas de fuego?
Recogen las hadas
en sus cálices
rojas lágrimas de Zeus
una civilización que se consume
y otra palpita y y se alza
¡ oh mi compañera !
naces dentro de mi
como un eco que retumba
en el monte del Olimpo
donde estabas, donde estás,
donde estarás,
cuando mi corazón herido caiga
entre las montañas mudas
de este mundo.
Cuando con orgullo
la patria de mi alma
te sonría
es tu luz furiosa
la que ilumina
las oscuras horas perdidas
de este mundo
que Dioses tan poderosos
tumbaron nuestros altos muros
alzándose de nuevo
como estatuas de mármol
de jacintos abrazados.
Duerme ahora mi amor
entre mis brazos
brindando vinos de miel
pues la tormenta
en calma muere
mientras acechan
con látigos misteriosos
los lazos inquebrantables del olvido
¿Te quedarás para siempre
y nos consumiremos
con el sutil espíritu de la delicia?
La bruma no llega
a los picos de las torres
y lo creías
donde viven ocultos
grandes hombres
donde nadie pisa
las sombra de sus huesos
un Dios muere y otra nace
ocupando su puesto
hasta que muere
un circulo universal infinito
de piedra y muerte
donde el yunque de Hefesto
forja con coronas de oro
su desdicha.
Perdido me encuentro
ante odios y fatigas
cansado ando los espinosos caminos
de esta morada eterna
la sombra veloz de la muerte blanca
cual luna que derrama perpetua
luceros de luz de plata
y en el abismo
vulneran la luz los vastos océanos
como una Titánide renacida
una anémona que corona al fin
alzándose de mar embravecida.
Ahora viejas y ateridas
sucumben las edades de los hombres
prestos exhalan sus gritos a la eterna noche
espíritus vitales
iluminan su oscuridad
a sotavento marcan los mástiles
los meridianos perdidos de Greenwich
donde nacen las Nereidas
con sus pezones rosados
yo, en cambio, siempre me dirigiré al Sur
como una ciudad irreal
desdibujada en el horizonte
donde tu siempre me esperarás
rota la prisión que nos ata a este mundo.
Me embriagué con aquél vino de miel
que me brindaste
sobre tus labios de jacintos y gazanias
te alzas enorme sobre capiteles
que tallas con hilos de oro en mi memoria
llenando de nubes blancas mi contorno
con la fragancia de tus días mediterráneos
hoy se alza una luna verde en sus maitines
no hay luz, ni mar, ni el brillo roto sin deseo
no hay corona, ni rey, ni calor ni frío
ni deseo colmado, ni rutina cruel
solo mi boca bajo tu cuerpo
en la orilla desnuda de tus sueños.
Pálidas estrellas
pulsan con sonidos misteriosos de tiorbas
gozan del recuerdo
que lejos se extiende en la memoria
todos los caminos comienzan
con un pequeño gesto
como el sonido de un trueno sin lluvia
mientras la cigarra cantó alegre
cerca de un charco entre las rocas
como una brizna de hierba
empapada del rocío de la mañana
que apunta directa al corazón
celosa la calima del verano
el tallo de la rosa corta y duele
dueña del vuelo de mi alma.
Una naturaleza pervive
en los balcones de aquella ciudad
inmortal y agonizante al mismo tiempo
mientras otra se decolora y desaparece
en la madurez de lo que espera
nítidos los rayos de sol
que se estremecen en tu rostro
un otoño de nítidos verdores renovados
en tu patio de mármoles fríos y verdes jazmines
un amor de gestos seductores
baja el ardor de tus caricias por las ramas
de aquellos altos muros
ávidos de tu sed urgente.
Nacen de rojo vivo las granadas
sangran entre olivos su indolencia
como la llama viva de la fragua
pasa veloz la ola del mar embravecido
la vida urgente y transitoria
con una nueva excusa cada día.
Bajo triste calle abajo
la plaza del Mercado
y el aire entre las rejas se colaba
lleva el recuerdo sus nombres prisioneros
demasiadas muertes
firmes dejaron el firmamento
lleno de luceros blancos
¿es lo cotidiano inescrutable?
quizás envejecer sea vencerse
al mar enorme de lo cotidiano
una grieta rompe el muro en escombros
no da consuelo el ausente
un licor de angustia me sofoca
y una suave voz
se acaba con los muertos.
Yace la tierra viva y me posee
como antiguas se conocen ya
llamas más ardientes de este mundo
pero venid a mi sin demora
ráfagas de aire sensual
que tus ojos me atraviesan.
El miedo por tu dolor ya ha sido mío
al igual que las huellas del hambre y el naufragio
del amor desposeído y trágico
recuerdo alguno me adormece
tanto como estrellas pálidas
eternas pulsarán errantes.
Calma la angustia
tu recuerdo me sobrevuela
como espíritus de pájaros otrora enjaulados
mientras las cuevas de mi mente humana
sobrevuelan
la casa que habitamos.
Moribundos los corazones
en la casa de los espíritus
mientras las palabras que me dices
suben y se elevan
las aguas calmas y silenciosas
vuelven conmigo a tu lado.
Yo dormiré siempre junto a ti
como un alumno de amor insaciable
el sonido de tu alma me posee
mientras observamos
la batalla del alba
a las tinieblas desvanece.
Un sol inmortal vino a desvelarnos
volaban las flores las abejas
mientras un manto de hiedra
acariciaba el afluente
nuestros pies desnudos
nuestro caminar
como alas silenciosas
su luz apagó el pulso
de mi última estrella sigilosa.
Cubre un lienzo
las torres del horizonte te despiertan
una llama de amor hiere
al costado te traspasa una lanzada
amor inocente de los mortales
abandona la vida que te abraza
la roca en que fue encadenado
las cadenas te desconocieran.
Amor muéstrate hermoso y recatado
al alago que me muestras
que el monte Olimpo fue testigo
el sacrificio enorme de la carne
súbitamente los ojos de Pandora te vigilan
han vertido tanto llanto
el dolor de tanto mundo
el fulgor de la llama lo consume
tanta antorcha tanto fuego.
Transcurrió un corto momento
y llegó la primavera suavemente
un peregrino me ofreció un candelabro
tranquilo y sereno iba muriendo
también yo muero despacio y renacido
pero no lograba ya escucharme
iban los sueños por delante
cerrando los pastos ya crecidos
al borde del acantilado
no miré ya el agua
que abarcaba tanto rio
embriagados y ateridos mis sentidos
una dorada atmósfera
la llama a mi me rodeaba
mientras el sonido pulsante de unas flautas
desde el lago Estigio mis oídos percibían.
Como bucles de oro
resonaba en el viento y lo anhelaba
un horizonte infinito barría la tierra
el sonido vibrante de las tubas
y el llanto melancólico de Ondina
la pena de tus ojos hacía mía
mientras el cauce del río reflejó tu rostro
la mano para aprehenderte me faltaba.
Traspasaban mis pies
lejana la vibración sonora de un timbal
presagio de un entierro triste
unas voces se alzaban
ángeles tímidos y confusos
mientras en los hombres
un diluvio
su pena y talismán ya germinaban.
Una flecha ha cruzado
el valle tan profundo y oscuro
cuando tan brillante e inmortal yacías
cae la llama viva del fuego eterno
que en tus manos contenías.
Áurea brilla en tu frente
el triunfo alado de nuestra vida
al mismo tiempo
un hombre de mármol blanco
se yergue
sobre las bestias ya domadas.
Un sol se alza ahora
enorme y victorioso
por encima de los Dioses
sobre el espejo verde de los prados
rota la cadena que los ata
filo azul de las espadas
liberados los sueños más profundos
el triunfo alado de los hombres.
Francis
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