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jueves, 27 de junio de 2024

Algo nace del sueño de los hombres

 

Algo nace del sueño de los hombres


Algo nace del sueño de los hombres 
arrobado canta el trovador floridas cantigas
sinsabor la pena inmerecida
se deshacen 
como el vaho de los besos tras un cristal  
huracanes los sueños que van y vienen
quizás lo hayas sentido  
en el cielo derramado 
del último otoño antes del crepúsculo  
el alboroto de las rojas hojas arboladas  
nos mecen en un lago que se despeña de lotos 
en el frágil despertar de la memoria nocturna
quiero escuchar cercana tu voz más dulce y lenta  
en el filo misterioso
del tálamo de viva tierra que habitamos   
traspasada la frontera de las sombras 
una voz se eleva entre nosotros hacia el monte 
como el rojo incandescente de una pavesa 
luz prendida y viva en el alféizar de la ventana 
en la tierra o en el cielo retumban en su núcleo
dos almas gemelas 
repletas de castaños y chicharras 
mi alma de parte a parte se atraviesa. 




Calla amor, calla y escucha 
los retratos son en mi mente 
como patas de pájaros enredados 
el porche de la casa se puebla 
con el paso de la estaciones palaciegas  
sobre una cocina enorme de fuego perenne 
una mesa se yergue esparcida 
con grumos de azúcar y blancas harinas  
antes que nazca la luz brillante de los sueños
hay un ligero temblor
la profundad de los sueños me atraviesa 
la luz se antoja diferente 
y pasa fugaz
como el giro inesperado 
y vigoroso 
de pequeñas golondrinas.




Cae la noche de resplandor enlunado 
bajo el peso opaco de las nubes girantes 
estridentes y luminosas en su centro  
un campanario de locas risas 
resuena en los verdes valles de la memoria  
las palabras olvidan su sentido  
marcan el paso manso y sereno de la vida 
todo tiempo presente
se convierte de repente en destellos del pasado 
hay un leve temblor bullicioso repicando en las aldabas 
golpeadas por los sueños de los hombres 
los días se chocan como piedras bajo sus zapatos 
hay en su gesto la placidez de una esclava etrusca 
constructora de torres tan altas 
roban la blanca luz de primavera 
sembrados de blancos luceros sobre el agua 
la flor fugaz de los almendros. 




Miro a través de un catalejo imaginario 
y observo a unos niños de pantalones cortos 
cruzando los patios de las casas 
sobre los cabos amarrados en los extremos
secan como banderas onduladas 
sábanas blancas recién lavadas  
la vida se prolonga como un pasillo estrecho 
sobre las paredes me observan los retratos 
aquellos me rodean 
son como sombras con máscaras de papel 
en los jardines colgantes 
del paraíso de la memoria 
mil leones los custodian 
viven en mi jardín privado
donde mis padres me dejaron olvidado 
donde el aliento cobarde de los hombres 
duerme en un barro de arcilla y piedras 
los árboles escuchan el silencio de los valles 
y callan 
como callan las pisadas mojadas en la arena 
batidas por las olas apacibles de la playa 
observo dormido mis piernas colgantes 
en la arista misteriosa de un acantilado 
como ramas ocultas  
en un jardín veneciano. 





Hay un farol encendido al borde del río 
dorado e inquieto flota 
en la niebla placida y silenciosa 
donde tu vida misteriosa ocupa todas mis riveras
dulce acantilado en la orilla de los sueños 
eslabón de una cadena 
al presente que los une
suenan lejanos y ligeros recuerdos 
como notas de un cordaje afinado   
en el silencio estático de la noche 
de una melodía que no recuerdo 
se escuchan alrededor risas agitadas  
en la línea horizontal 
del crepúsculo que nace
éramos tan jóvenes en un mundo tan enorme  
un galeón navega al compás de la corriente 
viene portando en sus velas
un manto de estrellas reflejadas 
de primaveras encendidas 
duermo y sueño y sueño y duermo de nuevo 
mientras un hombre narra aburrido 
de letanía sus vidas anteriores 
los sonidos de azules se tiñen 
en las cuerdas de una lira  
estoy sumergido en un laberinto 
empañado de verano sin fin 
verde esmeralda el rayo acuoso 
que nace de tus ojos amanecidos
cuando pasará septiembre 
como un galeón solitario 
para embarcarme contigo nuevamente.




Camino antiguas ciudades 
con una nueva luz 
que perturba mi sueño 
antes de verte recién amanecida    
la claridad azulada 
luna en la noche de plata iluminada 
los sonidos me desvelan 
despoblados de ecos 
despojados los frágiles 
vestidos de los hombres 
llenos los ojos rajados 
de dulce maitinada 
una infinidad perturbadora 
he descubierto de repente  
un camino que descendía 
desde las altas colinas 
a ambos lados hojas de jara y azahar 
la tormenta desplazaba
una sacudida extraña 
un océano de imágenes 
un océano de recuerdos 
la memoria estremecía.




He regresado 
a las horas silenciosas de mi infancia 
el eco apagado del silencio 
entre los callejones de unas plazas 
que pronto me olvidaron 
se estremecen aplastados entre un bosque de gigantes 
existe una seriedad mezclada 
en la belleza del desierto 
sereno el magnetismo de la tierra
enigmática entre la quietud misteriosa de aquellas dunas 
he encontrado una esfinge inmutable 
las arenas colosales cautiva la mantienen 
los templos en derredor ya se han desvanecido 
rotas las cadenas polvorientas de olvido
en pergaminos viejos han quedado 
las antiguas estrofas atenienses 
se alzan sobre capiteles quebradizos 
olas monumentales de arena 
y los sueños antiguos y perdurables de los hombres
que enmudecen ante lo desconocido. 




Me cautiva el paso lento de las horas 
entre una sábana enorme 
que es el tiempo que me envuelve 
la tierra basta se tiñe 
de calma plácida el rojo atardecer
los sueños se nos huyen como palomas asustadas
como animales bajo un astro ardiente 
habitan entre en el cielo y la tierra 
entre las ruedas enormes que nos orbitan  
de un firmamento que crepita pulsantes las estrellas   
los cauces de los ríos se incendian de luciérnagas 
llama mortal el rojo vivo que reflejan 
pálidas y dolientes 
las llamas de inocencia se me encienden 
el hombre se encuentra siempre recién amanecido 
ya no es tan oscuro 
se yergue sobre el verde 
de los frondosos bosques que habitamos
ahora en la llanura despoblada 
se construyen miles de estatuas repletas de recuerdos  
en cada esquina, en cada soportal resguardado
el viento indescifrable de la juventud
la juventud, oh la juventud
un instante de luz brillante
fulminante la rapidez el rojo vivo del relámpago 
el brillo cegador de inocente entusiasmo 
los templos enormes ya se me han desvanecido 
sobre sus propios capitales 
rotas las cadenas polvorientas de olvido.




                                                                                                          Siempre soñar estar tan vivos
                                                                                                          libertad el corazón que ansía
                                                                                                          siempre que vivamos 
                                                                                                          habrá en nosotros poesía. 


                                                                                           Francis 

                                                                                  X20  x6  X2024